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FAE de Lima 2020: la unión hace la fuerza

Foto del escritor: Álvaro Díez MorenoÁlvaro Díez Moreno

Actualizado: 18 feb 2021

Hoy hablaremos de los festivales de artes escénicas como práctica cultural, a propósito de la celebración de la 4ª edición del FAE de Lima 2020 que finaliza el 15 de marzo.


Los festivales, en un sentido amplio, son la oportunidad de contacto directo, simultáneo y recíproco entre el arte vivo (a través del teatro, la música, la danza, los talleres, etc.) y el espectador-participante.


Los festivales de artes escénicas contemporáneos hace tiempo que superaron el paradigma de la obra teatral en el contexto global. La concepción de un festival de artes escénicas es la comprensión de múltiples escenarios: públicos y privados, en sala y en calle; de múltiples producciones: de autor y de colectivo, orientadas a lo estético o a lo político-social, etc. autoproducidas o subvencionadas, independientes o institucionales; de múltiples audiencias: conservadoras, neófitas, especializadas, turísticas, etc. Estos, son apenas algunos de los aspectos a tener en cuenta para ir descubriendo lo más importante de un festival: cuál es su esencia. En quiénes, en dónde y en qué (las tres cosas a la vez) reside su sentido de ser una propuesta per se.



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¿Qué encontramos en el FAE de Lima? Objetivos.


Podemos apreciar que, como todo festival que está en la búsqueda de ese ser en el tiempo, de prolongarse como propuesta cultural, el FAE de Lima aborda diversas cuestiones para conocerse mejor en su corto recorrido.


En primer lugar, es una propuesta que pretende exportar teatro. A través de la colaboración con organismos internacionales, como la red de centros culturales británicos (que han puesto a disposición del festival casi la integridad de sus sedes en Lima, supliendo la carencia municipal), los centros culturales de España, Italia y Francia, entre otros, pretende crear un diálogo entre las propuestas nacionales e internacionales e impulsar al mercado exterior las peruanas. A la vez que consolidar a las salas locales como programadoras no intempestivas.


En segundo lugar, pretende la captación de públicos. Suele ser un común denominador de los festivales emergentes su orientación hacia la diversidad en sus propuestas. Descubrir el perfil del público asistente, a la par que captar nuevo es complicado y valeroso, y exige de una oferta basada en la diversidad. En el caso del FAE se enfrenta a una ciudad enorme, con mucho público que aún no mantiene un vínculo estable con las artes escénicas y que, de hecho, no es “consumidor” habitual. Es decir, el FAE persigue captar a los espectadores primerizos o, dicho de otro modo, la gran labor de crear una sociedad culturalmente consumidora. Este intento es diametralmente opuesto a una definición identitaria más allá de la difusora, pero se debe observar como una propuesta de valor a largo plazo y, sobre todo, como un compromiso social.


En tercer lugar, y de igual importancia, está la descentralización. No se entenderían los anteriores propósitos sin la consecución de este. Cruzar el río Rímac y expandir los espacios escénicos fuera del centro neurálgico de la cultura en Lima, comprendido entre el centro y el suroeste de la ciudad. Esta edición del FAE de Lima, que funda sus principios en espacios consagrados, como son las salas de los centros culturales de las universidades o las emblemáticas salas del Gran Teatro Nacional y el Teatro de la Municipalidad de Lima, quiere acercarse a lugares y personas tanto como atraerlas a los espacios convencionales. La ayuda de la red centros culturales británicos y su posicionamiento ha sido inestimable para la labor.



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¿Cuáles son los retos del FAE de Lima?


Aún puede parecerle al espectador general que más que la puesta en común de un acuerdo escénico programático, enfocado y delimitado en el tiempo, parece la puesta en común de sedes ya implantadas y sus carteleras. La propuesta del FAE de Lima proviene de cinco instituciones privadas que, todo hay que decirlo, se han encomendado el magnánimo proyecto de la difusión cultural casi como una institución pública (la otra colaboradora).


Existe todavía una gran labor, no sólo en la promoción de las artes escénicas, sino en su institucionalización dentro de la sociedad peruana. El Ministerio de Cultura ha conseguido posicionar de una manera excepcional al Gran Teatro Nacional y su oferta (merecedor de un artículo a parte) pero adolece aún de un estudio sistemático de espacios y públicos para lograr un proyecto cultural sólido y a largo plazo que abarque a más espectadores.


Podríamos incurrir en la falacia de cuestionar el sentido mismo del acercamiento de las artes escénicas a un público general alejado de ellas. Pero el público está, latente, hay una gran parte que siente aprecio por las artes escénicas, que tiene la oportunidad económica de asistir, que puede estar interesado en la diversidad de la oferta y tiene acceso a los medios de comunicación que lo publicitan, pero que, quizás, no encuentra identidad en ellas. ¿Cómo asume el festival la señal de identidad del territorio? ¿Qué le dice el FAE de Lima al ciudadano/a limeño sobre sí mismo? ¿Qué hay de Lima en el FAE? Quizás algunas de las preguntas correctas vayan en esta dirección.


Si el festival tiene como fin la descentralización de la cultura en la ciudad de Lima es apremiante sostener esta propuesta con un proyecto ambicioso de descentralización, que sostenga la tarea de captar público asistente durante el resto del año y que cree nuevos espacios escénicos que reviertan, durante la época festivalera, en una propuesta única y potente desde las sedes auspiciadoras. De lo contrario, cabe la posibilidad de estancar la propuesta del FAE en la mera labor de ampliar la difusión de las salas durante un restringido espacio de tiempo, que no revertirá en dar notoriedad a la excepcionalidad de las propuestas del festival.


En este sentido, la apropiación de Lima como territorio escénico parece ser el gran reto y parece corresponder a una carencia: la Municipalidad Metropolitana de Lima. Tal y como están planteados los objetivos del FAE: la carencia de entidades de la Municipalidad de Lima parece ser una de las faltas identitarias. ¿Por qué exigiríamos a los limeños acudir a las salas donde no acuden sus instituciones municipales? ¿Sería factible retomar la colaboración con las municipalidades y sus espacios, incluso, con espacios patrimoniales? Es más, ¿sería oportuno la implicación de los espacios de la sociedad civil destinados a estas artes? ¿Cómo ayudaría a la consecución de los propósitos del FAE estas participaciones? ¿Desvirtuaría la propuesta, o por el contrario, ayudaría a la creación de público y a la potenciación de las salas promotoras? ¿Dónde está la gran apuesta de la Municipalidad por estas artes y la observación de los beneficios sociales adyacentes a la participación en este tipo de eventos?


Se estima que la asistencia de público para esta edición esté por encima de las 9 mil personas, una asistencia bastante baja en relación con otros festivales escénicos de la región y en relación a la heterogeneidad de la propuesta, pero acorde con el tiempo y el número de obras.


En este sentido, es obvio que hacen falta mecanismos de medición más allá de la mera contabilización de asistentes que ayuden a resolver estas dudas para futuras ediciones. Dentro de ellos un indicador fundamental podría ser los flujos de movimiento de los espectadores, de dónde provienen, a qué espectáculo van. Indicador acentuado en una ciudad donde la estratificación social va muchas veces de la mano con la geográfica y que podrá decir cómo de integrador es el festival, y por tanto, cuán capaz es de llegar a un público general que acuda a las salas. Y trabajar, sobre todo, junto con el INEI en estas cuestiones.


Por último, el reto de la difusión de las obras nacionales. Existen propuestas de gran valor que exportar y que, lamentablemente, a veces parecen crear más diálogo fuera que dentro. En el mismo sentido, ¿qué valor pueden tener si no le llegan a las personas de las que hablan, si lo hacen fuera de los espacios propios de la ciudadanía en sus municipios?


En conclusión, se avienen tiempos arriesgados y el FAE de Lima, a pesar de estar fuerte, parece cojear entre propósitos y aliados. Urge responder a ciertos interrogantes para hacer corresponder la misión del FAE con la realidad. Y sobre todo, entrever que el objetivo de la propuesta es más ambicioso que la conveniencia de una publicidad amplificada para las salas promotoras. En una ciudad donde urgen propuestas de conjunto que sumen a crear la sociedad cultural que persiguen, corresponde amplificar los brazos. Si el objetivo es Lima, hay que ir a por Lima.




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